Copio el comentario del segundo enlace que pongo ya que es interesante por lo de la luz UV.
http://ornitologiaycanaricultura.com/luz-en-los-aviarios-tema2762.html
Al final me habéis tocado la moral, y por una vez y sin que sirva de precendente voy a felicitar al Sr. Ibi, porque este tema de la iluminación en nuestros aviarios siempre me ha interesado y además fui muy aficionado a la acuariofilia marina, donde es un requisito exigido el disponer de un buen sistema de iluminación. O sea, que me interesa el tema y pese a andar más liado que la pata de un romano, no me he podido resistir a intervenir.
Hace tiempo que preparé un artículo al respecto, con multitud de referencias bibliográficas, pero no lo encuentro por ninguna parte. Si con más tiempo lo encuentro, lo publicaré en la próxima edición de la revista ORNIEXPO.
El Sr, Ibi está bien documentado con respecto a los sistemas de iluminación, pero algunos de sus conceptos son erróneos y además ha pasado por alto cosas que para mí son fundamentales. Trataré de desmenuzar un poco el complejo problema de los sistemas de iluminación.
Los datos que ofrece el Sr. Ibi sobre las características de la luz solar y de los tubos fluorescentes actínicos (Activia u otros) son correctos, pero existe una notable diferencia entre ambas, y es la continuidad en la emisión de la luz. La luz solar es continua, mientras que los fluorescentes emiten la luz de manera discontinua, es decir en encendidos y apagados intermitentes a gran velocidad. El ojo humano no percibe este “parpadeo”, pero las aves sí. Las aves lo perciben de la misma manera que como percibimos nosotros la luz en una discoteca (flashes intermitentes). Estudios clínicos realizados en ganadería avícola demuestran que las aves expuestas a esta luz se manifiestan con menos actividad y nerviosismo con estos sistemas de iluminación, pero los sistemas de producción se rigen por un riguroso criterio de costes y beneficios, en aves que a penas tienen una esperanza de vida de dos o tres meses. Con lo cual, los fluorescentes, independientemente de sus características, no son la mejor opción (al menos como único sistema).
Los halogenuros metálicos, con bien dice Rafael, son hoy en día el sistema de iluminación que mejor emula la luz natural solar pues emiten la totalidad del espectro, y ello incluye también la luz ultravioleta (después hablo de ella). Esta luz no modifica los colores pues emite en espectro total (luz blanca que se compone de todos los colores), con independencia del Grado de color o temperatura de color. Este concepto mide, por explicarlo de manera sencilla, la “intensidad” con que son emitidos los colores que componen la luz blanca (todos). Por lo tanto, la diferencia entre 4.000º, 6.500º o 10.000º de temperatura de color no es que unos modifiquen los colores, sino la intensidad con que se reproducen, por eso en aquariofilia marina, donde se emplean halogenuros de 6.500º hasta 10.000º, los peces parecen incluso brillar. Temperaturas de color elevadas favorecen, como dijo Fernando, el desarrollo de zooxantelas y consiguientemente, el crecimiento de corales. Ninguna relación tiene este parámetro con el hecho que refiere Ibi de la necesidad de profundizar en el agua, porque los acuarios carecen de profundidad relevante a estos efectos.
Tras lo expuesto, los halogenuros metálicos serían la mejor opción, pues combinan luz continua y espectro total, pero como bien indica Ibi, este espectro incluye luz Ultra Violeta. Todos hemos oído hablar de la luz UV, pero ¿qué es realmente? Pues es la radiación que por su longitud de onda se emite entre el violeta y los rayos X y se corresponde con la zona NO visible del espectro.
A su vez, la luz ultravioleta se divide en UVA, UVB y UVC, que se corresponden con las frecuencias de menor a mayor. La UVA es beneficiosa para la vida animal, pues es la responsable de la metabolización de la vitamina D, y es la que nos pone morenos en la playa y la empleda en salones de belleza para el bronceado. La UVB y especialmente la UVC son las responsables de nuestro enrojecimiento en la playa, tiene actividad germicida y también cancerígena. Afortunadamente, la capa de ozono de nuestra atmósfera actúa de filtro y sólo recibimos muy pequeñas dosis de estas radiaciones. La UVC es que preocupa a los científicos con la disminución de la capa de ozono, y si llegase a la Tierra sin ser filtrada, acabaría con la vida de nuestro planeta. En acuariofilia marina se emplea controladamente por su poder germicida, como método desinfectante del agua.
Aclarado esto, como bien indica Ibi, los halogenuros metálicos emiten pequeñas cantidades de estas radiaciones, y empleados en distancias cortas pueden resultar perjudiciales. Sin embargo, los empleados en aquariofilia marina vienen provistos de filtros especiales para detener las radiaciones UVB y UVC, permitiendo el paso de las UVA.
Este sistema, adecuadamente instalado, sería el ideal para nuestras aves, pero presenta el grave inconveniente de ser muy caro. En instalaciones de interior, donde la luz solar no entre de manera directa (sin atravesar cristal), se hace imprescindible suministrar radiación UVA, fundamental en la prevención de las distocias, por lo que, si disponemos de un recinto que nos permitiera usar a distancia halogenuros normales durante unas dos horas, podría asumirse.
Otra posibilidad es la de emplear una combinación de fluorescentes actínicos, que proporcionan espectro total combinado con una instalación de lámparas incandescentes de luz solar. Ojo, no es auténtica luz solar como la de los actínicos o la de los halogenuros, pero proporciona luz blanca de emisión continua, de manera que en la fase apagada de los fluorescentes las aves siguen recibiendo luz, minimizando así el efecto parpadeo. Creo que con esta combinación se pueden obtener resultados muy satisfactorios por un precio muy razonable.
Afortunadamente yo no tengo estos problemas, pero os contaré como lo tengo montado. Para empezar mis aves no crían en jaulas si no en aviarios, de medidas 6 x 1,2 x 2,8 metros. Cada aviario a su vez se divide en dos partes, una exterior y otra interior, de igual medida, o sea 3 metros de largo cada una. En la zona exterior, las aves sufren las inclemencias del tiempo, lo cual las robustece, y se bañan con la lluvia, toman baños de sol, con todos sus beneficios, y ejercitan con el vuelo su musculatura. La zona interior les protege cuando las inclemencias son extremas, alberga los nidos y está climatizada (aire acondicionado y calefacción) únicamente para evitar caídas o excesos de temperatura, tan característicos de Extremadura. Obviamente, ambas zonas se comunican por una ventana de policarbonato que abro o cierro según sea necesario, pero que siempre está abierta salvo en las noches más duras de invierno.
Con esta instalación, los requerimientos que tengo en la zona interior son mínimos, pues sus necesidades fisiológicas están ampliamente cubiertas en la zona exterior. Aún así tengo instalados dos sistemas auxiliares controlados por un programador. Un primer sistema constituido por lámparas de bajo consumo de luz blanca, que se activa mediante un sensor lumínico si el día está gris y entra poca luz. Otro sistema constituido por lámparas solares que realizan el amanecer/anochecer, de manera que las aves se despiertan y duermen de manera pausada. Este parámetro lo controlo en los solsticios y equinoccios, y el aparato me permite incrementar o reducir los horarios, acomodándolos a la duración de los días. Por último, mantengo luz residual (luz de luna) toda la noche, que permite a las aves ver o volar en caso de algún incidente.